EL DIÁLOGO INTERIOR


¿Cómo es tu diálogo interno? Todas las personas, seamos conscientes o no, tenemos un diálogo interno; esa vocecita que surge en la cabeza y que te apoya, te da ánimos o bien te critica y te juzga. Digamos que es como un “pepito grillo” interno del que muchas veces no somos conscientes y que ni si quiera paramos a escuchar.
Y, si no escuchamos de forma consciente, ¿nos influye? Sí, porque nuestro cerebro inconsciente se está quedando con todos los mensajes que le llegan, con cada palabra, cada crítica o cada palabra de ánimo y las palabras tienen mucho poder.
Las palabras tienen poder y es necesario que les demos la importancia que tienen. Cada palabra nos genera una emoción o un sentimiento. Hay palabras que reconfortan, dan seguridad, tranquilizan y otras que dañan, generan miedo, dolor o ira. A veces, usamos las palabras como si fueran algo banal, sin importancia y nada más lejos de la realidad. Las palabras construyen realidad y es muy importante que seamos conscientes y responsables con las palabras que usamos o no usamos, porque lo que no se nombra tampoco existe.
Masaru Emoto, ha llevado a cabo experimentos en todo el mundo sobre el efecto de las ideas, las palabras y la música sobre las moléculas de agua. Diversas fotografías muestran los cambios en la moléculas de agua según las palabras o música con la que haya sido tratada. Desde luego, es interesante ver las fotografías que muestra y no podemos olvidar que nosotros tenemos un gran porcentaje de agua en nuestro organismo.
Hay distintos modos de llamar a este diálogo interno. Sergio Fernández habla de “abundancia FM” o “escasez FM”; hace referencia a esa voz que limita y mete miedo, que dice que todo va a salir mal (escasez FM) o abundancia FM en relación a esa voz que confía y da mensajes de apoyo y ánimo. En Gestalt se habla del “perro de arriba” y el “perro de abajo”, son polaridades, ambas necesarias ya que en un equilibrio cada parte aporta lo que necesitamos, en equilibrio son como una imagen perfecta del YING y el YANG.
El problema surge cuando no están en equilibrio y entonces limitan a la persona, impiden realizar ciertas acciones y van mellando la autoestima generando muchas inseguridades y miedo o, por el contrario, todo vale y no existe un parar a reflexionar para llevar acciones conscientes y coherentes.
Cada palabra que usamos y cada idea que nos repetimos a través de esa voz interior, viene de creencias, introyectos y grabaciones que hemos ido generando a lo largo de la vida. Normalmente la persona se acaba identificando con estas ideas, automáticas e inconscientes que se incorporan en nuestro interior, sobre todo, cuando somos pequeños. Creemos aquello que nos han dicho o que nos han hecho sentir y nos lo llevamos a nuestra vida adulta.
Mensajes como “eres un desastre” o “nunca podrás hacer lo que quieres”, generalizaciones del tipo “hay que sufrir para ganar” o “el dinero es algo sucio”, son mensajes que incorporamos a nuestro día a día, sin darnos cuenta, de forma automática y que tienen gran peso en nuestras acciones, en la relación conmigo mismo o conmigo misma y en la relación con otras personas.
Cuando estamos en una situación de mayor estrés o en la que no todo sale como queremos, cuando estamos más vulnerables, bajos de ánimo o con dudas, en esos momentos en los que parece que todo se mueve aparecen todos estos mensajes.
Parece que cogen el altavoz y comienzan a aparecer ideas, sensaciones y pensamientos en nuestra cabeza que si no hacemos conscientes nos generar emociones y sentimientos que no sabemos ni de dónde vienen. Es muy importante pararnos cuando esto está ocurriendo y comenzar a escuchar, aprender a escuchar los mensajes internos que aparecen ya que es la manera de identificarlos y poder trabajarlos para desidentificarnos de ellos. Para ir equilibrando poco a poco y tratarnos a nosotros mismos, y en consecuencia a los que nos rodean, con más cariño y amor.
Prestemos atención a las palabras, al poder de las palabras. Prestemos atención a las palabras que usamos en nuestro interior y a las palabras que usamos con las demás personas porque, cada palabra, CUENTA.